
Jean-Pierre, Jean-Marie y Michel, escogieron Fez como el destino del viaje de los tres hermanos en la primavera de este año.
Nosotros aprovechamos la ocasión para pasar un mes juntos en Marruecos antes del encuentro familiar.
Solicité mi visa, una sola entrada válida por 30 días, los franceses no necesitan visa para una estadía de hasta noventa días.
A finales de marzo, en medio del ramadán, tomamos un vuelo directo desde Tenerife hasta Agadir, donde pasamos cuatro noches en un apartahotel, en el cual pudimos preparar todas nuestras comidas.
Agadir tiene una playa inmensa, un malecón enorme bordeado de hoteles todo incluido, igualitos a los hoteles todo incluido de América o Europa. Unos amigos petanqueros de París estaban alojados en uno de ellos y tuvimos la oportunidad de compartir el aperitivo.


Agadir es una ciudad grande, moderna en pleno crecimiento pero sin muchas aventuras turísticas (para nosotros). No nos encantó, pero es un excelente punto de partida para recorrer el sureste del país, la region Sus-Masa.
Investigamos varias agencias de alquiler de carros y finalmente nos decidimos por la agencia Firefly, una filial de Hertz. Tomamos un plan de 80 km diarios, según nuestras estimaciones serían suficientes para nuestro itinerario, sin embargo al pasar los días nos dimos cuenta de que habíamos subestimado los trayectos internos. Entonces acortamos la ruta, esto nos permitió pasar más tiempo en cada etapa y viajar un poco más despacio, aunque igual nos multaron por exceso de velocidad.

Este fue nuestro recorrido en siete etapas:
- Deslumbrados en Tafraoute (3 días).
- Contacto en Taliouine (1 día).
- 3 días de visita en Tamnougalt.
- Una escala petanca en Ouarzazate (4 días).
- Aventuras en las Gargantas del Dades (3 días).
- 2 dias en la hollywoodense Aït Ben Haddou.
- Taroudant de todos los días (3 días).
Regresamos al aeropuerto de Agadir donde devolvimos el carro, pagamos por algunos kilómetros extras y tomamos un vuelo directo a Tánger.
Lo que más nos gustó:
– La belleza de la naturaleza (oasis, valles, montañas) y los inmensos paisajes abiertos.
– Los ksar y kasbahs, las fantásticas construcciones berberes.
– La simpatía y hospitalidad marroquí.
– El amlou.
Lo que menos nos gustó:
– Los niños pidiendo un dirham, un caramelo o un lapicero en los lugares turísticos.
– La flagrante desigualdad de géneros.
– El regateo obligado al no haber precios marcados.


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