Este es el segundo año que venimos a Ménil para participar en la vendimia.
Ya les he contado sobre nuestros primos Monique y Bernard en el post
El Paté Lorrain de Ménil. Bernard tiene un viñedo de 8 líneas de 100 metros cada una.
Hay mucho trabajo antes de la vendimia, hay que poner a punto todo el material necesario, se limpian los baldes y las cubetas para recoger y procesar los frutos. En la cocina, Monique prepara el gran banquete.
Bernard ha estado monitoreando el estado de la viña y ha decidido que el segundo sábado de septiembre es el mejor momento para vendimiar, ya las uvas están maduras y algunos insectos han comenzado a darse gusto. La convocatoria es a las 8 de la mañana, tempranito, para escapar del sol y del calor, se esperan más de 36°C. Familia y amigos concurren para disfrutar de la fiesta vinícola.
Silvie y yo, nos creemos las primeras en llegar a la viña, nos recibe Bernard, super sonriente, está quitando la malla protectora. Nos indica la línea que debemos atacar y nos avisa que las avispas madrugaron.
Tomamos los baldes y comenzamos a llenarlos con los racimos de la vid. Nos sorprende la humedad del rocío, tenemos los zapatos empapados. Rápidamente van llegando los colegas jornaleros, es un ambiente muy animado y alegre. Somos un poco más de dos docenas. Pierre y Maxime, los nietos de Bernand y Monique, son los portadores, pasan por las filas cambiando los baldes llenos y llevándolos a la prensa.
Pasadas las 10 de la mañana, el sol se hace sentir, afortunadamente ya casi hemos terminado, cosechamos unos 800 kg de las variedades Oberlin y Kuhlmann. En dos grandes contenedores azules se transporta toda la vendimia a la cava donde se vacían en una enorme cubeta para su fermentación. Bernard extrae jugo de uva. Lo probamos, es un néctar delicioso.








A mediodía, llega el momento de la celebración: el aperitivo. Brindamos con cerveza y champán, para picar el salchichón hecho en casa, aceitunas, hummus y calabacines confitados. Casi a las dos, pasamos a la sala, hay tres mesas dispuestas para una treintena de convidados. Monique nos ofrece un buffet: ensalada de papas, otra de celeri, tomates mozzarella, zanahorias ralladas, pimientos asados, melon, tabule, fromage de tête, pâté, rillettes, salchicha y jamon caseros y mas. Luego nos regala con las carnes frías: cerdo, roast beef y cordero.*
Para beber, Bernard nos agasaja con sus mejores crudos 2020 y 2021. La degustación es obligatoria. Es un excelente vino tinto, fácil de beber y sobre todo con el encanto inigualable del micro terroir Ménil. Los del 2020 son mis preferidos.
Una hora más tarde, en la más pura tradición gastronómica francesa, la ensalada de lechugas y los quesos (munster, tomme, brie y comté) hacen su entrada oportuna para intensificar nuestro deleite.
Recogimos los platos, colamos café y servimos los postres hechos en casa: una exquisita brioche, una torta divina de chocolate y almendras, tiramisú al cognac y cheesecake con un coulis de frambuesa suculento. Los más golosos tuvimos valor para repetir.
Bernard ofrece los digestivos: prune, mirabelle y cognac, todos destilados con las frutas plantadas en su propiedad.


Son las cinco de la tarde, algunos comienzan a despedirse. Nosotros nos quedamos conversando, recogiendo la sala y arreglando la cocina.
El día no ha terminado, en apenas un par de horas volveremos a poner una mesa y serviremos los “restos” para catorce comensales.
La sobremesa sobrevivió la medianoche. Ha sido una jornada excelente. Nos vamos a dormir y a solo unos metros de nuestra habitación el azúcar de las uvas transmuta en alcohol. La primera botella del vino de Ménil 2023 se degustará en la Semana Santa del año próximo.
Chin, chin !
* Todas las carnes y vegetales son km cero. El pan fue amasado y horneado por Monique.
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