El Desierto en 4×4 y el Monte Sinaí a pié

La última semana de nuestro viaje a Egipto la pasamos en la Península del Sinaí. Llegamos a Dahab, un pueblo costero que contrasta con el resto del país, por su ambiente medio hippy, con surfistas, clases de yoga y alcohol. Aquí no está mal visto usar pantalones cortos y vestidos playeros.

Marie-Claire nos recibió en su casa como si nos conocieramos de toda la vida, además organizó la excursión para visitar el desierto y el Monte Sinaí, junto a sus amigas Lissette y Nayed.

Nuestra excursión de dos días, inició en el primer día del Ramadán (13 de abril de 2021).

Salimos a las 8:00 am en un 4×4 Toyota conducido por Sáber, nuestro guía y chófer beduino.  Éramos cinco pasajeros francófonos muy conversadores, el periplo estuvo muy animado.

A la salida de Dahab, pasamos por el primer check point. Nos pusimos las mascarillas. Nadie las usaba. Preguntaron por nuestras nacionalidades, son variadas: suiza, belga, francesa y venezolana. Revisaron nuestros pasaportes,  hay uno que siempre obtiene un poco más de atención. Los dejo adivinar.

Pasamos por otros check points en nuestra ruta, son especies de alcabalas, los militares cumplen con su trabajo, anotando nuestros datos, fastidiados quizás por el calor y el ayuno. La península entera está bajo estrictos controles de seguridad.

Tomamos la ruta hacia Santa Catarina, las vistas de la inmensidad del desierto inhóspito son majestuosas. Salimos de la excelente carretera asfaltada, para adentrarnos en el desierto siguiendo un camino imperceptible no señalizado. ¿Cómo hace Sáber para orientarse ?  ¿Cómo atraviesan los beduinos el desierto sin GPS ? Supongo que como lo hacen desde hace miles de años. Michel estaba fascinado, comienza a marcar la ruta en la aplicación Maps me.

Nos detuvimos para visitar el  Pigeon Valley, un cañón, donde anidan palomas y más adelante nos detuvimos en el Zig Zag,  un cañón estrecho y con unas formaciones rocosas muy singulares. Luego de una corta pero caliente caminata, nos instalamos en una sombrita muy original para nuestro picnic.

Retomamos el asfalto. Al llegar a Santa Catarina encontramos otro check point. Pagamos el derecho de entrada. Una escultura del Becerro de Oro y  un mural con azulejos nos dan la bienvenida ( Welcome to Saint Catherine). Nos conformamos con admirar desde afuera el antiguo y sagrado Monasterio de Santa Catarina. Llevaba un tiempo cerrado a causa de la pandemia.

Nos separamos de nuestras amigas para realizar la ascensión al Monte Sinaí. 

Es obligatorio contratar un guía. Mahmoud,  25 años de edad (un chamo que me hacía pensar en mis hijos y en mis estudiantes), fue nuestro guía. Realmente no es necesario, pues es un sendero sin mayores dificultades  y todo está muy bien indicado, pero es una fuente de ingresos para la comunidad.

Existen tres rutas posibles para alcanzar la cima: las escaleras de la penitencia (3750 peldaños), la ruta de los camellos y el sendero beduino. Queríamos hacer una ruta circular, pero Mahmoud nos explicó que había solo un camino abierto y permitido: el camino de los camellos,  el más fácil, en tiempos de pandemia sólo había turistas locales y son flojos para caminar. Palabra de guía. 

Comenzamos el ascenso, la primera parte es realmente muy fácil, es un camino empedrado bastante ancho, con una leve pendiente, una autopista para camellos.

Apenas nos cruzamos con unos gatos y dos personas que bajaban. Nada que ver con todo lo que había leído en los blogs  y guías de viaje. Cuentan que en tiempos sin corona, hay una marea de peregrinos y de vendedores a todo lo largo del camino. A nosotros solo nos siguieron dos beduinos para proponernos el camel ride, les advertimos que estaban perdiendo su tiempo. Nos acompañaron un rato, luego se fueron. Se dieron cuenta que somos unos duros de la montaña.

La ruta de los camellos  termina en la Cuenca de Elías (Elijah ‘s Basin), en este lugar se refugió el profeta cuando huyó de Jezabel (1 Reyes 19). El trayecto continua por  las escaleras de la penitencia, 750 escalones nos separan de la cumbre.  La pendiente aumenta y  los escalones son irregulares, pero no representa un gran reto para nosotros. Seguimos a muy buen ritmo. Mahmoud, consigue unos amigos en un coffe shop y nos deja subir los últimos peldaños  por nuestra cuenta.

Llegamos. Una capilla cristiana (ortodoxa) a la izquierda, una mezquita a la derecha y estamos solos en la cumbre. Solos. Di Gracias a Dios por este instante único. Pensé en mis hijos y nietos y en todos ustedes, a los que les gustaría tener esta oportunidad.

Sin duda la vida de Moisés fue fascinante, abandonado en el Nilo, criado como un príncipe egipcio, libertador del pueblo hebreo . Ya entrado en años subió aquí, al menos dos veces y no vino por el fácil camino de los camellos, ni por las escaleras, no tenía zapatos de trekking, ayuno durante cuarenta días y  bajó con dos tablas de piedra. Dios escogió este sitio especialmente para entregarnos los principios de vida fundamentales. Los diez mandamientos son reconocidos y respetados por judios, cristianos y musulmanes. En ese momento de paz, no pude evitar pensar en nuestros conflictos perpetuos.

Disfrutamos enormemente. No fue una hazaña deportiva, fue el regocijo de encontrarnos en un lugar privilegiado en exclusividad.  Las vistas sobre las montañas sin fronteras, nos dejan sin aliento. El sol comienza a bajar y la luminosidad es maravillosa, entonces me apresuro en regresar, no quiero que nos agarre la noche en el camino.

Retornamos contemplando el paisaje al atardecer y de pronto escuchamos el llamado de la oración, Mahmoud se detiene, ora, rompe el ayuno, bebe agua y come unos dátiles. Es una imagen sublime.

Al llegar al Monasterio de Santa Caterina, la temperatura había descendido significativamente, y el cielo estaba estrellado, Sáber nos condujo al Bedouin Camp, el cómodo campamento  donde pernoctamos. Nuestras compañeras nos esperaban para compartir la resuelta y sabrosa cena. Nos fuimos a dormir. Leí algunos pasajes del Éxodo y Michel logró conectarse al WiFi para seguir el partido PSG – Bayern.

Al día siguiente, después de un corrientazo en la ducha y un buen desayuno, emprendimos el regreso a Dahab. Sáber, tomo de nuevo las rutas invisibles, nos detuvimos frente a unas ruinas, los Nawamis, tumbas cilíndricas de piedra prehistóricas. Inmediatamente vemos unas niñas correr hacia nosotros, rápidamente extienden sus mercancías a nuestros pies, lindos bolsos y estuches bordados con canutillos. Todos me gustan. No me resisto al encanto de la escena. Nayed nos sirve de intérprete para acordar un precio razonable para ambas partes.

Hicimos un par de paradas fantásticas en medio de ninguna parte o de ninguna parte en la cual pueda orientarme. Michel continuó como Hansel, registrando los puntos de localización en Maps me. Hicimos cortas caminatas, exploramos las dunas, vimos algunos camellos y lagartijas, hicimos fotos, descansamos, picniqueamos, conversamos, siempre maravillados  de la complejidad, belleza y rudeza de este espacio inmenso. Fue increíble, me parecía estar en otro planeta.

Después del crepúsculo, Sáber, preparó té y nos convidó, intercambió su turbante por la gorra tricolor de Michel, todos nos reímos alegres.

Pasamos dos días hermosos, colmados de imágenes, revelaciones y bendiciones.

Nota: Tengo buena memoria, pero muchos de los detalles de este escrito los rescaté del correo electrónico enviado a mi familia y amigos, emocionada por esta visita.

Una respuesta a “El Desierto en 4×4 y el Monte Sinaí a pié”

  1. Muy bueno el relato. Me sentí como si hubiese estado con ustedes.

    Gracias Sara y Michel

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