En la primavera del año 2021, después de pasar cuarenta días en Egipto, viajamos a Turquía. Luego de unos gratos y reposantes días en Estambul, se anunció un inminente confinamiento. Entonces decidimos adelantar nuestro viaje a Capadocia, donde la vida diaria en tiempos de Covid podría ser más sencilla.

Los turcos debían permanecer confinados, los turistas tenían derecho a pasear libremente, todos los establecimientos estarían cerrados, salvo hoteles, supermercados y farmacias. Los restaurantes ofrecían servicio de comida para llevar, aunque la mayoría te invitaban (no muy) discretamente a sus salas privadas.

Tomamos un bus para Göreme (casi 800 km,12 horas de viaje). Una parada en Ankara y un par mas no recuerdo donde, en cada una de ellas, pasaba un agente distribuyendo gel. Aunque el transporte era cómodo, el viaje es larguísimo, al final los asientos parecían de piedra, a mi se me entumecieron hasta las pestañas.
Acalambrados y sorprendidos por la luminosidad de la mañana, desembarcamos alucinando en Göreme. Nos recibió un paisaje inédito, no sabíamos si aún soñabamos, parecía que habíamos llegado a una galaxia cercana. Las fantásticas formaciones rocosas, las casas trogloditas y las chimeneas de hadas nos sedujeron enseguida.

Dormimos una buena parte del día. Al despertarnos, Michel recordó que sus padres habían visitado Capadocia en 1997 y encontró entre sus archivos la foto de un bello souvenir, Irene y Pierre tomados del brazo caminando frente a una especie de casa de Picapiedras.
Decidimos buscar el lugar para reproducir la estampa, 24 años después. Le mostramos la foto al dueño del hotel y le preguntamos si podía identificar el sitio. Se comprometió a averiguar.

Göreme es el corazón turístico de Capadocia, hay una cantidad enorme de hoteles, restaurantes y agencias de viaje, en tiempos normales, sufre de lo que llaman el turismo de masa. Pero en tiempos de pandemia, nos topamos con poquísimos visitantes.

Con la imagen de mis suegros en mente y en nuestros celulares, nos fuimos a recorrer el Valle de las Palomas. Una bella caminata en un valle decorado de palomares tallados en las rocas, sus excrementos eran utilizados como fertilizantes. El Pigeon Valley nos conduce hasta Uchisar, uno de los pueblitos trogloditas más bellos de la región, visitamos su castillo, desde donde disfrutamos de una vista espléndida. Regresamos como partimos, atentos al paisaje, buscando la roca con ventanas.

En la noche, el dueño del hotel había recibido la respuesta de su grupo (WhatsApp) de guías. La foto había sido tomada en el Museo al aire libre de Göreme.
Escogimos, dentro de nuestra escasa indumentaria, lo más parecido a las ropas de la foto para retratarnos. Al llegar a la caja Michel le contó nuestro plan a la funcionaria. Ella conmovida inmediatamente identificó el lugar: Kadinlar Manastiri, la iglesia oscura y amablemente se ofreció de fotógrafa. Le agradecimos y nos alegramos pero no nos convenció mucho el ángulo.

Más adelante, nos parece encontrar el plano adecuado, esta vez solicitamos a un grupo de brasileños, camarógrafos en misión de TV Globo. También impresionados con nuestra historia, se esmeraron en reproducir la escena. La imagen está mejor lograda que la primera pero tampoco nos cautivó. La perspectiva no coincide.

El Museo al aire libre de Göreme es un sitio maravilloso. Desde el siglo II hasta el siglo XII, los cristianos se refugiaron en Capadocia y cavaron dentro de las rocas iglesias espectaculares. En este lugar había un monasterio y una gran concentración de iglesias, se registran más de treinta, hoy en día hay solo nueve. Los frescos bizantinos son magníficos, las bóvedas y los muros están decorados con bellas imágenes bíblicas en vívidos colores. El contraste entre el exterior rupestre y las refinadas pinturas interiores es asombroso. En añadidura, recogerse en estos templos en solitario fue un privilegio íntimo, único e inolvidable.

A la hora de cierre, terminando nuestro recorrido, justo antes de irnos, exclamé: —Michel, mira, creo que fue aquí! — Una vez más analizamos la foto en el celular y realizamos nuestra puesta en escena. En esta ocasión contamos con la ayuda de un grupo de trabajadores que se alistaban para partir. Estaban muy contentos de participar. Esta fue la foto que más se acercó a la original.

Aunque Michel estaba impaciente por realizar el montaje, nos tomamos nuestro tiempo para regresar, disfrutando de la tarde por el Valle de las Espadas, Kılıçlar Vadisi. Aprovechamos y nos hicimos un selfie para desafíar a nuestros hijos. Ahora les quedan veinte años para reproducir esta foto.


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