2 de noviembre de 2024.
Al atardecer, con 10 horas de retraso aterrizamos en el aeropuerto internacional Cesária Évora en São Vicente.

Mindelo, la capital, nos seduce a primera vista. La carretera que nos lleva hacia ella, nos va mostrando poco a poco su silueta frente al mar, su puerto y los montes que la abrazan.

Aquí, todos los sábados son de fiesta, hay música en vivo en un sinfín de establecimientos. Nosotros reservamos para asistir a un concierto en Le Metalo, uno de los sitios de moda. Es un local enorme, en una renovada y majestuosa casa colonial, con un ambiente festivo y servicio a la francesa (el patrón es corso). El concierto de Lysandra nos encantó. Nos gustó tanto que regresamos al día siguiente para festejar el cumpleaños de Michel.
Los domingos se presenta un grupo de Morna, el género musical internacionalizado por Cesária Évora con Sodade, del portugués Saudade. Definida por la Real Academia Española como: soledad, nostalgia, añoranza.
Al final de la velada, los músicos tocaron y cantaron “Parabéns pra Você”. Gracias a la complicidad del personal sorprendimos a Michel con una tortica y su respectiva velita.
Mindelo es vibrante y encantadora. Su casco histórico está lleno de matices, usaron toda la paleta de colores para pintar las hermosas casas coloniales, algunas mejor conservadas que otras.

La casa de la Barbie es la antigua casa del gobernador y la fachada del moderno Centro Nacional de Arte, Artesanato e Design (CNAD) está decorada con alegres tapas de bidones, rememorando los barriles enviados como encomiendas por la diáspora caboverdiana. Actualmente la población es de unos 600.000 habitantes pero hay más caboverdianos viviendo en el extranjero que en el propio archipiélago.

La marina es muy animada. Primero vemos los botes de los pescadores, seguidamente los veleros y su tripulación en espera del buen viento que los llevará hasta las cristalinas aguas caribeñas y al final del puerto, atraca el Ferri Chiquinho para la felicidad de los excursionistas que transitan hasta la maravillosa isla de Santo Antão, sólo accesible por vía marítima.

Un poco más al oeste encontramos la bella y accesible playa Laginha con su arena blanca y sus aguas turquesa.
La arida y pequeña São Vicente con sus 25 km de largo y sus 15 km de norte a sur, clama relax, exige que se le descubra sin estrés.

Y así hicimos, tomamos un taxi para contemplar el panorama desde el Monte Verde, la cima de la isla a 800 m y luego hicimos una caminata plana y sin sombras desde Salamansa hasta las deliciosas aguas de Bahia de Gatas.

El lunes nos encontramos con un grupo jugando petanca en la playa Laginha. Inmediatamente nos incorporaron al club. Lanzamos las bolas para formar cuatro dubletas al azar. Oscar y Denis, dos excelentes jugadores entrenados en Francia vs Kim, el antiguo portero de la selección nacional de fútbol y esta servidora. Michel quedó en la otra partida.
Kim y yo estábamos perdiendo 3 a 9, pero cuando decidimos remontar, el equipo contrario no volvió a marcar. En la revancha perdimos rápidamente. Cayó la noche y nos despedimos.
— Si están interesados, jugamos: lunes, miércoles y viernes a partir de las 4 de la tarde — nos anunció Oscar.
— El miércoles nos vamos para Santo Antão, pero regresaremos — respondimos.
— ¡Entonces, ya tendremos la oportunidad de volver a jugar ! — se despidió Oscar.
Diez días después, a nuestro regreso del Valle de Paul, ansiabamos estar puntuales en la playa de Laginha. Llegamos un poco tarde, ya todo el equipo estaba en acción, igual, nos recibieron con mucha simpatía y jugamos hasta que el sol se fue.
Al despedirnos les pedimos sugerencias de sitios para ir a cenar. Espontáneamente decidieron mostrarnos Mindelo, fuera de la ruta turística. Primero nos llevaron a un garaje donde opera una bodega, una tienda de barrio, que también sirve tragos y algunos bocaditos deliciosos.

Allí la especialidad es el grogue One love, en honor a Bob Marley. Luego fuimos al Club de Tenis, para disfrutar de la música ao vivo, probamos la Moreia frita y hasta bailamos.

El sábado nos invitaron a almorzar. Disfrutamos de la suculenta y generosa cocina de Sonia. Conocimos nuevos amigos. Volvimos a jugar a la petanca y a festejar el sábado, como se debe en la ciudad de la Diva de los pies descalzos.
Al día siguiente, tomamos juntos la tradicional sopita de Mano de Vaca y pasamos la tarde en la playa de São Pedro brindando con vasos souvenirs del renombrado Carnaval de Mindelo.


Sentimos que estábamos visitando a nuestra familia. Nos encontramos con unos parientes que teníamos perdidos. Disfrutamos mucho el tiempo compartido.
Cuando recibimos el aviso del retraso de nuestro ferri hacia San Nicolau nos alegramos. Tendriamos tiempo para jugar una última partida y para volver a disfrutar del bello atardecer en praia Laginha.

La morna es una oda a las despedidas “Ter de partir e querer ficar”, tener que irme y querer quedarme. Rodando nuestro equipaje en el puerto, escuchamos una voz dulce, cantaba:
Sodade sodade
Sodade
Dess nha terra Sao Nicolau
Gracias a todos nuestros anfitriones mindelenses, en especial a Oscar, Sonia, Kim, Guy, Denis, Liliana, Victor, Alain,Thierry, Tito, Lera y Luca.

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