El Valle de Paul en Santo Antão

Después de cinco días en Ribeira Grande, nos mudamos a la Pousada o Recanto en Vila das Pombas, mejor conocida como Paul. La casa de la abuela de Denisia tiene cuatro habitaciones, tres con vista al mar y una cocina para uso común. Los fogones sólo los compartimos con la encantadora anfitriona, quien los usó para preparar nuestros desayunos.

Durante nuestra estadía, intercambiamos con los otros huéspedes: historias, mapas, aplicaciones y consejos. Entre ellos, Pierre y Antonia de luna de miel. Él organizó el viaje, y el destino fue una sorpresa para ella. ¡Una pareja adorable!

Hicimos dos caminatas a partir de Cha de Padre, el último tramo del Valle de Paul accesible en aluguer. Aquí las relatamos y damos nuestro veredicto sobre Santo Antão.

Cha de Padre – Cima de vaca – Cráter de Cova – Faja de Cima  (12.3 km, desnivel 1003 m)

El cráter de Cova es el lugar ineludible de Santo Antão. Un excursionista nos contó que el taxista no lo comprendió y lo llevó directo al cráter, luego le dijo: —Todos quieren venir aquí.

El itinerario habitual inicia en el estacionamiento del cráter y desciende hasta el mar con un desnivel negativo de más 1200 m. Luego de analizar varias variantes onlines, el bien documentado plano de la isla y las experiencias de nuestros colegas posaderos, Michel escogió un circuito más amable para nuestras rodillas.

Desde Cha de Padre, ascendimos bordeando la montaña por un camino empedrado. Nos detuvimos a descansar y desde lo alto de un naranjo, un lugareño nos lanzó generosamente algunas frutas. Más adelante Michel tumbó algunas guayabas maduras. Había matas de mangos pero no era temporada.

Nos impresiona la diversidad de flora:, lechozas, cafetales, caña de azúcar, árboles de pan, aguacates y plátanos. Además de pinos y mucho cariaquito, vamos envueltos por una gran variedad de flores silvestres. Para completar el paisaje, los habitantes decoran sus jardines con rosas, geranios y lirios.

Llegando a Cima de Vaca. Trabajadores reparan la senda.

Unos metros antes de alcanzar el paso de la montaña, nos encontramos a cuatro personas reparando el camino con herramientas manuales bien rudimentarias. Arriba en Cima de Vaca, a 1400 m, hay un mirador desde donde se divisa Cruzinha al norte y Porto Novo al sur.

Porto Novo al sur.

Seguimos caminando por la carretera hasta el insólito cráter de Cova. Su interior de un kilómetro de diámetro está cuadriculado en parcelas labradas. Dado que la mayoría de los cultivos se realiza en pequeñas terrazas, los dueños de estos terrenos, deben ser los terratenientes de Santo Antão.

El interior del cráter.

Una cabrita posó para la foto.

Llegamos hasta el mirador gozando de una tarde bien despejada. La vista es espectacular, a lo lejos, el mar, enseguida el Valle de Paul en todo su esplendor y a nuestros pies, la ardua bajada empedrada que nos espera.

Mis rodillas van reconcomiando. Han hecho un buen trabajo, una vez abajo, las premié con un heladito casero que nos recomendaron en el Restaurant Ady & Juju.

Cha de Padre – Pico do Antonio – Faja de Cima  (8 km, desnivel 269 m)

También desde Cha de Padre, nos fuimos a explorar el Pico do Antonio. Esta vez, no estabamos solos, nos topamos con un tour de franceses y su guía. Apuramos el paso para no sacarlos en las fotos.

Esta caminata por la Ribeira do Figueiral es menos exigente que las anteriores y permite disfrutar de vistas magníficas sobre dos valles (Paul y Figueiral). El sendero atraviesa los jardines de los lugareños, quienes han improvisado cafés y restaurantes para el disfrute de los pasantes.

Nos sorprende cómo aprovechan mínimos espacios para cultivar. Estamos muy lejos de una explotación intensiva.

Parcela cultivada sobre una roca.

En el camino coseche un poco de orégano y de limoncillo silvestre para sazonar la cena.

Detrás de esta casa, hay un bar para los excursionistas.

En la última subida, encontramos a una señora delante de nosotros hablando por su celular, calza unos zapatos de tela rojos, tipo keds.  En la cabeza, una bolsa de compra grande de la cual sobresale un paquete de 6 botellas de coca-cola de medio litro. Seguro lleva más cosas. Yo casi no puedo subir mis nalgas, voy con bastones y lamentándome de las suelas desgastadas de mis Skechers go trail attitude.

En la intersección.

En una intersección, antes de alcanzar la antena, la cima del recorrido, nos detenemos a tomar aliento y hacer unas fotos. Ella, desde arriba, nos llama y nos invita a pasar por su establecimiento: Casa Sandra. Ofrece bebidas, café molido y mermelada de guayaba. La vista desde su terraza es maravillosa, domina el Valle do Figueiral y el Pico do Antonio.

La casa rosada de Sandra.

Sandra y Sara, ambas tienen dos hijos y dos nietos. Conversaron, rieron, se retrataron y se despidieron agradecidas por el momento compartido.

Sandra y Sara

El camino se estrecha, vamos sobre las rocas del cauce del río, entre una serie de pequeñas terrazas bien irrigadas donde se cultiva ñame. Pareciera que el sitio lo hubiese diseñado un experimentado botánico. Es muy hermoso.

Es un cultivo tradicional pero al mismo tiempo me parece estar visitando un laboratorio de agricultura muy avanzado.

Mucho ñame.

Viendo a todas estas personas labrando vehemente, me digo que trataré con mas respeto al próximo humilde ñame que me sirvan por acá.

Seguimos descendiendo y nos topamos con un par de mujeres que acompañan a una niña de regreso de clases. ¿Se imaginan llevar y buscar a los niños al colegio por estos caminos ? Tardan más de una hora en ir y otra en regresar a pie.

Tres jóvenes pre-adolescentes nos piden bolígrafos, luego caramelos y finalmente dinero. En ese orden.

Perdimos la ruta y un señor mayor nos acompañó amablemente hasta el camino. Justo antes de llegar a la carretera, me resbalé y metí la pata en un charco, definitivamente necesito zapatos nuevos.

Había una venta de pinchos de carne de cerdo, no pudimos resistirnos al olor parrillero, compartimos uno esperando por el aluguer para regresar a la casa de la abuela (de Denisia).

Nuestro veredicto

Santo Antão, según dicen los expertos es la isla más bella de Cabo Verde, es posible que sea cierto. Sin embargo no es una isla paradisiaca fare niente, prácticamente no hay playas, hay algunas pequeñas piscinas naturales en Ponta do Sol y Sinagoga.

Piscinas naturales de Sinagoga

Santo Antão es para caminar, se descubre y disfruta a pie. La mayor parte de los senderos son caminos empedrados que han servido historicamente a los isleños para desplazarse.

Hoy en día, somos numerosos extranjeros paseando por acá, cautivados por la belleza de un inusitado paisaje humanizado. Las caminatas no son técnicamente difíciles, pero sí exigentes por su longitud y desnivel. A excepción de la primera caminata (Xoxo – Rabo Curto- Cachoeira de Vinha) es posible conseguir refrigerios en la vía, lo cual permite un agradable intercambio.

Los sanantonienses están en forma, la mayoría habla varios idiomas (kriolo, portugués, francés, inglés y también español), son muy amables y familiares. Sus actividades cotidianas, tales como ir a la escuela, buscar agua o labrar la tierra son hazañas para nosotros.

Michel y yo, quedamos impactados por su pasión y espíritu para aprovechar cada pequeña parcela de tierra pero sobre todo por su gentileza y hospitalidad.

Nos encantó Santo Antão, quedan muchos senderos por descubrir en esta isla bonita. Regresaremos con botas nuevas.

El mismo ferry que nos trajo, el Chiquinho, nos regresó puntualmente a Mindelo (Isla de São Vicente), justo a tiempo para una partida de petanca.

3 respuestas a “El Valle de Paul en Santo Antão”

  1. …y las fotos de las botas viejas?

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    1. vienen en un próximo post 🙂

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  2. […] con nuestro periplo y nos fuimos a recorrer tres islas de Barlovento: São Vicente, Santo Antão y São Nicolau. Regresamos a Praia antes de que se cumplieran mis 30 días de visa. Sin respuesta a […]

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