Melle, situada en la región de Nueva Aquitania, está catalogada como una Petite Cité de Caractère (Pequeña Ciudad de Carácter). Esta es una denominación otorgada en Francia a localidades rurales con patrimonios excepcionales.
Llegamos a las 10:30 am para la visita de las Minas de plata de los Reyes Francos . La mina estuvo activa entre los siglos VII y X, en la época de Carlomagno, luego fue cerrada, cayó en el olvido y fue redescubierta hace algunas décadas.

A partir de un kilo de galena argentífera (sulfato de plomo), obtenían apenas unos tres gramos de plata con una pureza del 97%, el plomo restante era enviado a París para la construcción de grandes edificios, como la Basílica de Saint-Denis.

Un par de vídeos 3D, una buena caminata en las heladas galerías y un guía super apasionado nos permitieron comprender el valor del sitio y el trabajo colosal que implicaba acuñar una moneda de 1.5 gr de plata en la edad media.

En el sitio trabaja un grupo de arqueólogos experimentales que intentan reproducir los métodos de fundición y la separación del plomo y la plata usando técnicas del medioevo. Procedimientos complejos con muy pocas referencia en la literatura de la época

La visita de hora y media se nos pasó volando. Seguidamente nos fuimos a la oficina de turismo y nos encontramos con una bellísima casa de estilo Art nouveau.

El personal super atento nos sugirió un par de recorridos incluyendo las tres iglesias románicas, el camino del arboretum y las obras de la bienal de arte contemporáneo. Los folletos informativos de la región están disponibles en formato papel, pero también se pueden descargar en línea. Hay una tienda con productos locales, que se veían super buenos, nosotros compramos un paquete de pasta artesanal de algas. Melle es una etapa del Camino de Tours, una ruta francesa del Camino de Santiago, que parte desde la Torre de Santiago en la Rue de Rivoli (París). En esta oficina de turismo se puede sellar la credencial de peregrino.
Nos recomendaron un sitio que se veía chevere para almorzar, pero cuando llegamos se estaba bajando un bus de turistas de la tercera edad, así que nos fuimos a comer a Papa Tino, la pizzería nos sedujo por su carta y por su nombre, homónimo de nuestro amigo de Tenerife. Compartimos una ensalada landesa y unas anguilas en persillade. Ambos platos estaban sabrosos y bien servidos.

Iniciamos nuestro recorrido por el centro de la ciudad, nos detuvimos en la Iglesia Saint Hilaire (siglos XI -XII), su arquitectura es peculiar, en una de las fachadas laterales hay una escultura ecuestre de Constantino I, el exterior está full decorado con detalles tallados, contrastando con la imponente sobriedad interior.

Está declarada patrimonio de la Unesco. También admiramos su moderno altar de mármol diseñado por Lehanneur, el artista del momento, creó el vaso y la antorcha para los juegos de París 2024.

Caminamos los 6 km del arboretum, una antigua vía ferroviaria convertida en vía verde con árboles venidos de cinco continentes.

Nos detuvimos en el Templo prostestante, me acerque a la Biblia y me encontré con Juan 3:16.

Terminamos la ruta en la Iglesia de San Pedro, en la cual nos sorprendió la obra de la bienal, un montón de objetos esféricos mugrosos tirados en el piso, para mi una muestra de polución en una joya del arte románico.

Para pasar este mal gusto, nos fuimos a la Quesería artesanal Fromagerie des Gors. Nos atendió un joven amable y muy profesional, degustamos diversos quesos entre ellos la especialidad de la región el Chabichou du Poitou y el Mothais sur feuille alabado por el mismísimo presidente Macron.

Nos llevamos una muy buena muestra de quesos de cabra, incluyendo los anillos olímpicos y quizás uno de los quesos favoritos del Elysée.
Esta pequeña ciudad de carácter, definitivamente ¡nos encantó!

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