Praia la capital de Cabo Verde se encuentra en la isla de Santiago. Es la metrópoli del archipiélago con unos 150.000 habitantes. La visitamos en tres ocasiones durante nuestro viaje de 44 días.

En la primera, aterrizando desde Francia, recorrimos el centro histórico, el Plateau, ubicado en un promontorio con vista al mar. Entre las construcciones notables se encuentran el Palacio Presidencial, la Catedral de Nuestra Señora de la Gracia, un par de museos, la plaza Alburquerque y las sedes de los bancos más importantes. Aprovechamos para retirar nuestros primeros escudos caboverdianos (ECV). Un euro equivale a 110 ECV aproximadamente, una tasa de cambio que se mantiene estable desde hace más de una década.

Bajo el sol incandescente caminamos hacia la Direção de Estrangeiros e Fronteiras en Palmarejo para tratar de resolver nuestro problema de visado (post anterior). A primera vista, no nos damos cuenta de que nos encontramos en el centro comercial elegante de la ciudad, es un lugar modesto. Los almacenes de vestir son pequeños, los artículos parecen salidos de las maletas de las señoras que viajaban a Nueva York o Miami para vender ropa. En las tiendas de alimentos, se pueden encontrar una buena variedad de productos europeos, principalmente portugueses. Nos tropezamos con una panadería francesa con excelentes y deliciosos croissants a precios parisinos. Cabo Verde no es un destino para hacer shopping.

Finalizamos el día en Quebra Canela, la agradable playa citadina. El panorama de la tarde es una bella escena: la luminosidad, el vaivén tranquilo de las olas y los jóvenes crioulos entrenando sus fenomenales abdominales. Michel se lanzó 500 m de natación y yo me quedé sumergida en la arena en medio de pálidos turistas deleitándose detrás de sus libros. La playa está rodeada por elegantes restaurantes, sus terrazas incitan a pasar para disfrutar cómodamente del atardecer. No nos hicimos rogar.

Al día siguiente, tuvimos nuestra primera experiencia en aluguer para ir a Cidade Velha. Salimos desde Sucupira, el mercado central. La camionetica iba full de pasajeros y de mercancías, pero de alguna manera nos comprimiamos y siempre había espacio para alguien más.

Cidade Velha fue la primera capital de Cabo Verde, su puerto sirvió de comercio para la trata negrera durante siglos, víctima de su éxito comercial, la ciudad fue destruida por ataques piratas en 1712. Es un sitio natural e histórico magnífico, fue declarado patrimonio mundial de la Unesco.

Exploramos Cidade Velha con una buena caminata de 12,5 km, iniciamos en el infame pelourinho (picota), donde eran azotados y expuestos los esclavos, pasamos por las ruinas de la Catedral, subimos hasta el bien restaurado Castillo de São Filipe, desde donde disfrutamos unas vistas espléndidas sobre el océano, regresamos por el exuberante valle de Ribeira Grande, descansamos bajo la sombra de un Baobab y nos recogimos en el sobrio y sereno Convento de São Francisco. Culminamos en la playa de arena negra hidratándonos con una merecida strela kriola, la cerveza nacional.


En la segunda visita, retornando de São Nicolau, disfrutamos del carácter cosmopolita de la capital. Volvimos a Palmarejo por el asunto de nuestras visas, aprovechamos para aprovisionarnos de croissants para el avío de la travesía hasta la Isla de Brava. Jugamos petanca en Quebra Canela y cenamos en Roma, un excelente restaurante Italiano.
Nuestra última visita, fue después de la ascensión de Fogo. Regresamos para pasar los últimos días en Tarrafal, a unos 70 km al norte de Praia. Inicialmente habíamos pensado pasar también unos días explorando la Sierra Malagueta pero ya no tenía zapatos y nuestras rodillas pedían un poco de relax.

El domingo 8 de diciembre, tomamos un aluguer para ir a Tarrafal, en el camino íbamos viendo la semifinal del Mundial de Petanca, Italia vs.Túnez. Cuando perdíamos la cobertura 4G, admirabamos las hermosas montañas que no exploraríamos.
Llegamos a nuestro alojamiento, el apartamento se encontraba en una esquina en obras, el cruce estaba en plena construcción. Estábamos alarmados, esperábamos una estadía ruidosa. El lunes nos despertamos con calma, no escuchamos maquinarias estridentes, me asomé por el balcón, había dos docenas de trabajadores levantando el pavimento con muy pocas herramientas. Un trabajo rudo y rudimentario.

El pueblo está en expansión turística, hay nuevos pequeños hoteles y una gran oferta de restaurantes para una clientela principalmente europea. Las casas están decoradas con coloridos murales, las playas son de fina arena blanca y tienen hasta sombra de cocoteros. En la bahía se mezclan las barcas pesqueras con los veleros que atraviesan el atlántico.

En la tarde, presenciamos la llegada de los pescadores, hombres y mujeres tiran juntos para sacar los botes hasta la playa, luego comienza la clasificación y repartición de la captura. Una buena variedad de pescados, diferentes tallas y colores. Las mujeres son las portadoras mayoritarias, cargan sobre sus cabezas las poncheras llenas de pescado fresco, que surtiran hogares, restaurantes y el mercado.

Hay varias opciones para hacer senderismo. Nosotros hicimos una tranquila caminata costera hasta Farol Preto. Michel visitó el Museo del Campo de Concentración, sitio en el cual eran recluidos los presos políticos durante la dictadura de Salazar (1936-1974). A mi no me provocó ir.
Antes de despegar hacia el invierno, disfrutamos de las sabrosas playas y de los deliciosos meros de Tarrafal. En la víspera de nuestro vuelo de retorno, regresamos a MyFlat, nuestro apartahotel preferido en Praia. Fabio, el gerente, quien nos hospedó las tres ocasiones, espontáneamente nos prestó una moto de delivery de su establecimiento. Nunca antes habíamos paseado juntos en moto, dimos una vueltica y compramos vino de Fogo para acompañar las hallacas.

Praia no enamora a primera vista, pero se deja querer bastante.
Sodade…

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