En nuestros viajes, cocinamos la mayor parte del tiempo pero siempre degustamos las especialidades locales.
En el puerto de Gijón nos encontramos un árbol escultura, realizado a partir de botellas verdes de sidra. Durante nuestro recorrido nos sorprendió la variedad y calidad de quesos y nos topamos con muchísimos establecimientos denominados sidrerías, restaurantes típicos donde se sirve la sidra tradicional asturiana.

Por supuesto que siempre identificamos los productos y platos autóctonos y tratamos de probarlos, si se puede los compramos en los mercaditos o escogemos un día para disfrutarlos en un restaurante.
En Asturias las precipitaciones son abundantes. En los primeros días de nuestra estadía pasamos entre las gotas, pero el final se anunciaba bastante lluvioso.

En Villaviciosa, teníamos planeado hacer la ruta de los molinos del río Merón, llegando al punto de partida estaba garuando y nosotros estábamos muy dubitativos, si completar o no el circuito. Sin mucha convicción, viendo el color del cielo, decidimos subir solo hasta el primer mirador, pero una vez allí nos aventuramos a dar la vuelta completa. Un paseo muy bonito, recorriendo el litoral, vimos un montón de caracoles, algunos hórreos y más de una docena de viejos molinos.



Después de la caminata habíamos planificado almorzar en una sidrería. Eran ya casi las 3 de la tarde y los restaurantes estaban cerrando la cocina. Corriendito con un paraguas, dimos una vuelta y conseguimos la sidrería El Portal, tenía buena pinta y aún era posible almorzar.
Después de casi 13 km bien húmedos, teníamos hambre. En la mesa vecina están sirviendo el postre, observo una buena porción de torta cubierta de merengue italiano, se ve suculenta. Pregunto cómo se llama. Analizamos la carta y pedimos para compartir, las dos especialidades regionales: el cachopo y la fabada asturiana.

El Cachopo no es el esposo de la Cachapa. Es una especie de cordon bleu, realizado con dos milanesas de ternera grandes, rellenos con queso de cabra y cecina (jamón curado). Esto se empaniza y se frita. Es un plato enorme, más que generoso.
La fabada asturiana es un potaje a base de caraotas blancas, servido con tocino, chorizo y morcilla. Otro plato contundente.
Nos atendió un camarero dominicano muy simpático. Al escucharnos hablando en francés, llamó a Antonio, el patrón, quien nos contó que había trabajado en renombrados hoteles parisinos. Conversó un buen rato con nosotros y nos hizo una demostración del escanciado de sidra.

La sidra asturiana natural es más turbia y menos gasificada que otras sidras. Esto se debe a que no se filtra y para servirla se hace el escanciado, que consiste en verter el líquido en los vasos desde una altura considerable para obtener una bebida con más burbujas, es todo un arte.
El Señor Cachopo y la Señora Fabada resultaron ser platos gigantescos. Habrían sido suficientes para alimentar a una familia. Ambos estaban muy sabrosos. Comimos bastante y aun así, quedó más de la mitad para llevar y yo me quedé con las ganas de saborear la torta Maria Luisa.
Bajo la lluvia, pasamos el fin de semana en Oviedo, una ciudad espectacular, con museos interesantísimos, estatuas singulares por doquier y su impresionante Catedral.


El agua de la fuente de la plaza del teatro donde se entregan los premios Princesa de Asturias estaba teñida de azul, para hinchar a su equipo de fútbol, el Real Oviedo, que se jugaba su pase a la liga de primera división.

En el mercado del Fontán compramos las fabes y la charcutería para preparar la Fabada de regreso a Francia y una pequeña pero representativa muestra de quesos asturianos.


Michel sacó las cuentas, caminamos unos 150 Km en dos semanas y volvimos con unos kilos de más y no solo en el equipaje.
¡Asturias es deliciosa!

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