Más de 24 horas de viaje. El tren (RER) hasta el aeropuerto Charles de Gaulle, un vuelo Paris-Zurich, otro Zurich-Johannesbourg y un último avión hasta Ciudad del Cabo.
Ya habíamos oído hablar de la crisis energética que atraviesa el país, pero que en la Posada (guesthouse) nos reciban con la recomendación de descargar la aplicación (loadshedding) para conocer los cortes de electricidad programados, es pasar a otro nivel. Hay velas y notas para ahorrar electricidad/agua en cada esquina. Déjà-vu.
En nuestro primer día de visita , nos fuimos al centro, es bien pintoresco con sus edificios en estilo Dutch Cape. Nuestra objetivo, visitar el ayuntamiento (City Hall), donde se encuentra la oficina de turismo. Pero lo mas importante de este edificio es que Nelson Mandela proclamó desde aquí su primer discurso, después de haber pasado 27 años encarcelado. Eso fue en febrero de 1990 —¿hace nada, no?
Luego caminamos por Long Street hasta el super moderno y cosmopolita paseo marítimo (Victoria and Alfred Waterfront). Puede quedar en cualquier lugar del primer mundo. Un grupo de danza local también se pasea ofreciendo su espectáculo. Waka waka forma parte del repertorio.
Al día siguiente, después de una buena noche de sueño. Decidimos ir a visitar el barrio Bo-Kapp y hacer una excursión a Signal Hill (me fascina el nombre).
Llegando a Bo-Kapp nos llama la atención una galería llena de obras de arte con material reciclado. Entramos. Me encanta todo. Me impresiona un cuadro 3D: una vista área de Townships (ranchitos) y detrás de ellos esta la Table Mountain. No puedo evitar pensar en una vista Petare bajo el monte Roraima, pero también podrian ser las favelas de Rio de Janeiro y el Pão de Açúcar. Cape Town es también una cidade maravilhosa.
Tenemos la oportunidad de hablar con el artista y le explico mis referencias. Googleo Petare y tepuy Roraima. Nathan se asombra, se ríe, conversamos, nos tomamos una foto, es un encuentro muy familiar.
Seguimos visitando el colorido barrio mulsuman y de lejos, sin leer los anuncios en inglés, podría ser cualquier pueblito en Ecuador, Colombia o Venezuela, varias calles de casitas de colores escandalosos.
Entramos en el museo, la entrada cuesta 20 rands (aprox 1 euro), saco un billete de 200 rands, la señora me dice :— no tengo cambio; saco un billete de 50 rands, la señora, repite: — no tengo cambio. — Guarde el cambio— le respondo. — Eso le debe decir a todos, me dice Michel. El salario mínimo acá no llega a 220 euros.
Es un museo pequeñito, pero bien interesante, que cuenta la historia del barrio y presenta un proyecto reciente de investigación urbanístico para rescatar los lugares más emblemáticos, entre ellos resaltan los sitios de culto (musulmanes y cristianos) y los locales de un par de zapateros.
Seguimos rumbo a la Signal Hill. Se llama así porque desde esta colina, en los siglos XVII y XVIII se enviaban las señales a los barcos, también desde acá se dispara (aún) un cañón a mediodía para sincronizar los relojes. Nosotros no lo oímos, llegamos tarde.
La ascensión es fácil, está nublado, pero en un instante podemos admirar la Table Mountain y otra vez me es inevitable pensar en la Gran Sabana.
De regreso vamos con cuidadito, no me gustan las bajadas. Al llegar a la civilización, caminamos por la Ocean view Drive, es cualquier sitio afortunado en Medellín, Guayaquil o Caracas, casas espléndidas, cubiertas con alambres de espino o de púa como decimos en Venezuela, cámaras de seguridad y afiches de amenazas de respostas con armas.
Estamos en Sudáfrica, Ciudad del Cabo tiene una clara influencia holandesa y británica. Pero la naturaleza exuberante, los contrastes, las sonrisas y la simpatía de sus habitantes, me son muy familiares 🇿🇦 ❤
¡Llegó la luz !
Los Viajes de Sara y Michel 
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